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—Vamos de camino hacia la Ciudad Esmeralda para ver al Gran Oz —contestó la niña—, y nos detuvimos en tu casita a pasar la noche.

—¿Para qué quieren ver a Oz?

—Yo deseo que me envíe de regreso a Kansas, y el Espantapájaros va a pedirle que le dé un cerebro.

El Leñador pareció meditar un momento. Luego dijo:

—¿Te parece que Oz podría darme un corazón?

—Supongo que sí —contestó Dorothy—. Sería tan fácil como darle un cerebro al Espantapájaros.

—Es cierto —concordó el Leñador de Hojalata—. Entonces, si me permiten unirme a ustedes, yo también iré a la Ciudad Esmeralda para pedir a Oz que me ayude.

—Acompáñanos —le invitó cordialmente el Espantapájaros, y Dorothy agregó que le encantaría tenerlo por compañero.

Así, pues, el Leñador se echó al hombro su hacha y los tres marcharon por el bosque hasta llegar al camino pavimentado con ladrillos amarillos.

El Leñador había pedido a Dorothy que llevara la aceitera en su cesta.

—Porque la voy a necesitar mucho si me sorprende la lluvia y vuelvo a oxidarme —explicó.

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