Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—¿Y por qué eres cobarde? —preguntóle Dorothy, mirándole con extrañeza, pues era tan grande como una jaca.

—Es un misterio —fue la respuesta—. Supongo que nací así. Como es natural, todos los otros animales del bosque esperan que sea valiente, pues en todas partes saben que el león es el Rey de las Bestias. Me di cuenta de que si rugía con bastante fuerza, todo ser viviente se asustaba y se apartaba de mi camino. Siempre que me he encontrado con un hombre he tenido un miedo pánico, pero no tenía más remedio que lanzar un rugido para ponerlo en fuga. Si los elefantes y los tigres y los osos hubieran tratado alguna vez de pelear conmigo, yo habría salido corriendo, por lo cobarde que soy... pero en cuanto me oyen rugir, todos tratan de alejarse de mí y, por supuesto, yo los dejo ir.

—Pero eso no está bien —objetó el Espantapájaros—. El Rey de las Bestias no debería ser un cobarde.

—Ya lo sé. —El León se enjugó una lágrima con su zarpa—. Es mi pena más grande, y lo que me produce mi mayor desdicha. Pero cuando quiera que hay algún peligro, se me aceleran los latidos del corazón.

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