Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

554 страница из 1361

—Si quieres, me adentraré en el bosque y mataré un ciervo para ti —ofreció el León—. Puedes asarlo con este fuego, ya que tienes esa costumbre tan rara de cocinar las viandas, y así tendrás un buen desayuno por la mañana.

—¡No! ¡Por favor, no! —rogó el Leñador —. Seguro que me pondría a llorar si mataras a un pobre ciervo, y entonces se me oxidaría de nuevo la mandíbula.

Pero el León se internó en el bosque a buscar su propia cena, y nadie supo nunca qué comió esa noche, porque no lo dijo. Y el Espantapájaros halló un árbol lleno de nueces que puso en la cesta de Dorothy a fin de que no pasara hambre por un largo tiempo. A la niña le agradó mucho esta atención tan bondadosa del Espantapájaros, aunque rio a más y mejor al ver su torpe manera de recoger las nueces. Sus manos rellenas eran tan poco ágiles y las nueces tan pequeñas que dejó caer tantas como tantas puso en la cesta; pero al Espantapájaros no le preocupó el tiempo que le llevara llenar el recipiente, ya que esto lo mantenía alejado del fuego, pues la verdad es que temía que saltara una chispa y lo consumiera por completo. Por ello se mantuvo a buena distancia de las llamas, y sólo se acercó a Dorothy para cubrirla con hojas secas cuando la niña se acostó a dormir, lo cual la mantuvo abrigada y cómoda hasta la mañana.

Правообладателям