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Jo arrojó un ramillete multicolor a su sobrina. Estaba compuesto por los calcetines que acababa de zurcir y era como un ramo de flores a una artista insigne.

―Ahora comprendo lo que sentiría mamá cuando yo decía que sería actriz ―se lamentó Meg.

―No tendrás más remedio que aceptar lo inevitable, Meg ―dijo Jo―. Es evidente que tu hija ha nacido para actriz.

John «Medio-Brooke», para contentar a su madre, quiso reprender a Jossie, pero la muchacha se burló de él.

Jo se puso a reír, verdaderamente divertida.

―Vaya par de hijos tienes, Meg. Jossie tenía que haber sido hija mía, y Rob, hijo tuyo. Sólo que entonces mi casa sería la torre de Babel y la tuya un paraíso.

Y recogiendo sus enseres de labor se levantó y, con Meg, empezó el regreso a su casa, dejando a Ted burlándose de Jossie.

Nan emprendió el camino hacia el domicilio de sus pacientes. A su zaga ―cómo no― el constante Tom, feliz de poder hacerle compañía.

CAPÍTULO II

«EL PARNASO»

El nombre era el más apropiado que se le podía haber puesto. Parecía realmente la mansión de las Musas, especialmente aquella tarde.

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