Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

706 страница из 1361

A través de una de las ventanas de la biblioteca podía verse a Clío, Calíope y Urania. En el salón, bailaban Terpsícore y Talía. Erato paseaba con su amante por el jardín, y de la sala de música salían las voces de un afinado coro. Era la mansión de las artes. Laurie, nuestro antiguo amigo, era un Apolo algo maduro ya; pero siempre guapo y simpático. Las preocupaciones y dificultades, de un lado, y el bienestar posterior, de otro, le habían remodelado. Era ahora un distinguido caballero, sereno y señorial, sencillo y amable.

Indudablemente, a ciertas personas les conviene la prosperidad y no las envanece. Son como flores que crecen mejor a pleno sol. Otras, en cambio, viven mejor en un modesto rincón.

Laurie, como su esposa, era de los primeros. Desde su boda, la vida fue para ellos como una especie de poema. No sólo feliz, sino también útil, pródiga en bondad, que unida a su fortuna permitía una constante y callada caridad.

El lujo de su casa era refinado, pero no ostentoso. Artistas de toda índole sabían que encontrarían en ella la amable hospitalidad de aquellos magnánimos anfitriones, amantes de todo cuanto representase belleza. Laurie se mostraba especialmente generoso con los músicos. Amy favorecía mayormente a jóvenes pintores, mucho más desde el momento en que su hija compartió con ella la inclinación a estas artes.

Правообладателям