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Los golpistas eran liderados por el general Augusto Pinochet, jefe del Ejército nombrado por el propio Allende, quien en el transcurso de esa mañana, al no poder ubicarlo, incluso pensó que podía haber sido detenido por los sediciosos.

Esa mañana, mis padres escucharon al mandatario en su último discurso por Radio Magallanes:

«Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

* * *

¿Mamá imaginaría que iba a comenzar un largo exilio, que tendría dos hijos en el extranjero, que tardaría doce años en volver a ver su querido puerto de Huasco? ¿Ella, cuyo único pecado era estar casada con un ex guerrillero extranjero?

¿Papá se imaginaba ya en Cuba, sin saber que allí terminarían en los setenta varios de sus ex compañeros de armas, incluso aquellos que lo buscaron para asesinarlo?

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