Читать книгу Regreso a mí. Vivir una menopausia consciente онлайн
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No solo eso: muchas de sus historias, que iba descubriendo a medida que nos íbamos conociendo, me indicaban que la fisiopatología volcada en los libros no lo abarcaba todo y que, si yo me abría a escuchar a las consultantes, ellas mostraban otras señales a las que había que prestar atención en el proceso de cura. Cuando se encendió esa luz, fue para mí un verdadero despertar. Por eso lo digo. Mis grandes maestras fueron mis consultantes. Con ellas, ustedes, empecé a comprender que, detrás de un síntoma, hay una historia y que en esa historia puede haber un trauma.
En esa época empecé a trabajar en equipos de violencia y abuso sexual infanto-juvenil. Esas historias fueron –y son– las más contundentes para seguir trabajando en mí misma y, al mismo tiempo, para generar empatía con las consultantes. La sexualidad y la violencia se cruzaban en más de una de esas historias. Y las mujeres lo sabemos muy bien. ¡Celebro estar asistiendo hoy en primera persona a la revolución del género!
¿Por qué estudié otros modelos médicos? El retoque final a este proceso lo dieron mis hijos. Cuando eran pequeños me enfrenté a crisis asmáticas, otitis y alergias. El sistema médico los definía como enfermedades y no brindaba más respuestas que una estigmatización en la que no quería quedarme. Fue entonces cuando escuché a una amiga (nuestra vida está tramada por mujeres sabias) que me sugirió que probara con la medicina homeopática. “¿Yo, a un homeópata? ¿Qué es eso? ¿Medicina alternativa? ¿A mí, a alguien diploma de honor de la UBA?”, recuerdo que le respondí. Pero mi curiosidad e intuición –que afortunadamente y como buena escorpiana siempre estuvo presente– me llevaron a investigar en el tema, a confiar en la homeopatía: mis hijos se curaron definitivamente de sus alergias de todo tipo.