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Llegaba la noche, se acababan las oportunidades. Por ese día únicamente.

EL OJO DE CASANDRA

El pequeño Alejandro le pidió a su madre, Olimpia, que una vez más le contara aquella historia de la anterior luna que tanto le fascinó. Olimpia sonrió pues le encantaba cuanto llegaba a calar en esa mente inquieta que tanto admiraba y, a la par, amaba. Con buen ánimo comenzó a relatar:

Casandra era una de las sacerdotisas que rendían culto a Apolo, no una más desde luego. Casandra quería obtener el conocimiento del mundo terrenal y celestial. Así, Apolo le concedió convertirse en profetisa a cambio de profesarle amor. Casandra accedió una primera vez para llegar a su logro y conocer los secretos del arcano.

Tras ello, fue imbuida del conocimiento, pero entonces ocurrió la tragedia: Casandra no quiso amar más a Apolo, en realidad nunca lo quiso hacer, y éste la condenó por su traición con ejemplaridad: seguiría teniendo el conocimiento, seguiría ejerciendo de profetisa, pero ya nadie la creería jamás.

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