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LOS RESULTADOS

Los mismos reyes de Judá no se arrepentían de sus indiscreciones, mismas que los estaban llevando en picada hacia el exilio de su pueblo. ¿Podemos, entonces, esperar que un rey pagano como Nabucodonosor se arrepintiera en respuesta a la apelación de un profeta? Piense usted lo que implicaría un arrepentimiento tal.

El rey estaría admitiendo que no debería haber efectuado las conquistas que realizó; que la opresión que había impuesto sobre los varios países del antiguo Medio Oriente no debió haber sido aplicada; que no debió haber puesto en la cárcel a los prisioneros de guerra; que los exiliados, tal como el profeta que tenía delante de sí, no debieron haber sido traídos a Babilonia y que debieron haber sido devueltos a sus propias tierras. En esencia, el rey estaría diciendo que una gran parte de lo que había logrado como rey, sus más grandes proezas, estaban mal. Se hubiera necesitado ser un hombre verdaderamente humilde para admitir eso, y Nabucodonosor no tenía ni el valor ni la disposición para la tarea. No se postraría en arrepentimiento.

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