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Por lo tanto, la interpretación de Daniel era contraria no solo a lo que pensaron los sabios respecto a Nabucodonosor, sino a la teología misma de su sistema de creencias. ¡Un hombre tan bendecido por los dioses no podía ser al mismo tiempo maldecido por ellos! Si las cosas le hubieran estado yendo mal para Nabucodonosor, eso indicaría que los dioses estaban enojados con él. De ser así, una interpretación tal del reino podría ser válida. Pero no ahora en un momento de paz y prosperidad.

LA INTERPRETACIÓN DE DANIEL

Cuando Daniel recibió la interpretación de este sueño del Dios verdadero, también quedó atónito (vers. 19). Tal como los otros sabios, Daniel estaba asombrado de que un destino tal pudiera ocurrirle a una figura tan prominente y poderosa. En el capítulo 1, Daniel había escrito que Dios había entregado a Joacim de Judá en las manos de Nabucodonosor (1:2). Y si Dios le había dado a Nabucodonosor control sobre el rey de su propio pueblo, ¿con cuánta más razón le entregaría aquellos reyes y reinos que Nabucodonosor había conquistado en otras partes del mundo? En su oración de acción de gracias por haberle dado el sueño y la interpretación en el capítulo 2, Daniel había alabado a Dios porque él “quita reyes, y pone reyes” (2:21). Dada la prominencia que había obtenido Nabucodonosor, ciertamente pareciera que Dios era quien lo había colocado en esa posición tan encumbrada. Claramente, Dios había exaltado a Nabucodonosor y le había dado gran poder. Pero ahora iba a mostrar el otro lado de la moneda. A aquel que él ponía, también podía deponerlo, y Nabucodonosor estaba a punto de ser depuesto. Eso era lo que dejó atónito y asombrado a Daniel respecto de la interpretación del sueño del capítulo 4. Pero a pesar de su sorpresa, siguió adelante y le dijo al rey lo que significaba el sueño.

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