Читать книгу El bautismo del diablo. La evolución y la seducción del cristianismo онлайн

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Cerca de unos dos mil años después de Platón, el filósofo alemán Immamuel Kant argumentó que nuestras mentes solas analizan la realidad que experimentamos. Nuestras mentes no son receptores pasivos de información sensorial, como la cera caliente que siente las impresiones y las moldea a su propia imagen. En vez de eso, nuestras mentes son complicados filtros que categorizan, organizan y hasta crean la realidad que vemos, escuchamos, olemos, gustamos y tocamos. No es que nuestras mentes creen el mundo, sino solo la manera en que el mundo se nos presenta.

Conocemos una metáfora cruda y popular: imagina que usas anteojos rojos. Todo lo que ves, por supuesto, estará teñido de rojo a causa de los lentes que llevas puestos. Si los anteojos fueran azules, aquella misma realidad se vería azul. De manera similar,solo conocemos el mundo que nuestra mente nos permite conocer. Esto es lo que Kant llamó mundo “fenomenológico” (o del “fenómeno”): la imagen del árbol en nuestra mente o la habitación en el museo como les parecía a los que estaban en ella. Estas imágenes son el fenómeno en nuestras mentes, en contraste con el árbol en sí y la sala del museo, que existen fuera de nuestras mentes. Ahora, si nuestras mentes estuvieran constituidas de manera diferente, tanto el árbol como la sala del museo también parecerían diferentes ante nuestra vista.

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