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Otro asunto colateral es la descarada instrumentalización que de la academia hace el Poder. Sabemos qué han reflexionado los pensadores franceses, gringos o alemanes; pero, ¿qué han pensado los de Bangladesh, Ucrania, Siria o Chad? Las ciencias sociales han estado siempre al servicio de intereses concretos, que en el caso de la antropología ha sido claramente el colonialismo.

Haríamos bien en no olvidar que los modelos se encuentran en la mente de los sociólogos o los antropólogos, y no en las sociedades que estudian. Y que, por mucho que nos esforcemos, siempre hay algo que escapa -cabrón- a nuestras categorías. También que es inevitable que miremos las cosas desde un punto (claro, el punto de vista).

Esto último es interesante. Desde dónde miramos. Deberíamos huir del confort, porque las posiciones que incomodan suelen ser las más fecundas. Estar a gusto tiene que ver con algo previamente asumido -los prejuicios- que en la medida de lo posible sería recomendable mantener a raya.

No nos vaya a suceder que cuando miremos a un negro veamos a un pobre.

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