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Eso, por no hablar del vínculo con el objeto de estudio cuando se transforma en sujeto y tiende a involucrarnos. Nos repele o nos seduce. Canto de sirenas. Si será clásico el tema que ya se ocupó de él Homero en La Odisea.

El problema, en el fondo, es la pretensión de las ciencias sociales de que las cosas no sean ambiguas, cuando sabemos que no hay nada más ambiguo que el ser humano.

Rayuela. Otra vez.

Le gustaba que los malentendidos guardaran un cierto orden (31) y que el dos fuera después del uno y antes del tres, (vm) aunque para eso tuviera que hutilizar las haches como otros la penicilina. (90)

La soledad rencorosa del que se pone a estudiar los isótopos radioactivos o la presidencia de Bartolomé Mitre (3) se resentía al advertir que una pequeña cucaracha le observaba con una atención que jamás le habían dedicado sus hermanas o su novia. (vm)

Habremos de tener cuidado en no engañarnos. En no parecernos a aquel que recoge agua de mar en un cubo para explicarle a los demás lo que son las olas. Bertolt Brecht lo decía de una manera más bonita:

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