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En sus múltiples facetas -crítica del arte, literatura, organización social, cine…- Gecé trató siempre de ir más allá de la teoría y concretar las cosas. El empeño por aterrizar en un régimen político las elitistas ideas sociológicas de Ortega y Gasset fue una contribución calamitosa, pero en cambio pasar de teórico del arte a creador le hizo escribir un puñado de páginas muy interesantes.

Hay sobre todo dos textos más que notables que no tienen apenas relación con el resto de su obra (son como un paréntesis en su producción, porque cuando los escribió ya había publicado Notas marruecas de un soldado y pasado por la cárcel por motivos políticos).

Se trata de Yo, inspector de alcantarillas y de Hércules jugando a los dados, publicados ambos en 1928. Un año después escribiría Julepe de menta. Por contextualizar, pensemos que en aquel momento Alberti acababa de sacar a la luz Sobre los ángeles (1927) y Lorca estaba en vísperas de preparar Poeta en Nueva York (1929).

Lo que más sorprende en algunos de ellos es cómo experimentaron a combinar la tradición y la revolución, dos impulsos en principio antagónicos -lo viejo y lo nuevo- cuya mezcla parece una paradoja. Lorca por ejemplo se atrevió a desplegar metáforas tremendas sin por ello renunciar a la octava real. Giménez Caballero acababa por su parte de publicar Los toros, las castañuelas y la Virgen. Un título como se ve de rabiosa actualidad.101

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