Читать книгу Estrategias de coaching ejecutivo. De la práctica a la teoría онлайн

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Otro punto importante es separar el coaching de otro modelo relacional, y para eso están los límites de nuestra profesión. No somos confidentes, ni amigos, ni consejeros de los clientes. Esos roles nos mueven del lugar para el cual fuimos contratados, y le quitan seriedad y profesionalismo al contrato.

Una vez más, debemos tener presente cuáles son las promesas que estamos en condiciones de realizar. Ligamos promesas con nuestra identidad profesional y con la identidad del coaching, y asumir responsabilidad por cumplirlas forma parte de nuestro trabajo.

Romper las promesas que hemos hecho a causa de diferentes factores (la emoción de cerrar un contrato, la ilusión de llegar mucho más allá de lo que nos piden, la intención de “agregar más” para que la propuesta sea irresistible), puede acabar siendo nuestra propia debacle profesional. Hay que ser cuidadosos porque no solo afectamos nuestra identidad, sino la de todos los coaches ejecutivos.

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Cerraremos este capítulo con la metáfora del jardinero y la flor. Un jardinero no puede controlar las fuerzas de la naturaleza, ni acelerar el proceso de germinación y crecimiento de las plantas, o el despertar de las semillas. Pero sí puede abonar la tierra para que esta se nutra y germine mejor. Un jardinero no puede controlar el sol, pero sí el lugar de las plantas de su jardín de acuerdo a las necesidades de luz de cada una. Un jardinero tiene paciencia, comprende que cada flor tiene su tiempo para abrirse en todo su esplendor y se asombra con la belleza única que cada una proyecta. Un jardinero puede podar, prevenir plagas, elegir la ubicación de las plantas en el jardín, y hacer el mejor uso de la ecología del mismo para que todo el sistema se vea beneficiado.

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