Читать книгу Un mundo made in China. La larga marcha hacia la creación de un nuevo orden mundial онлайн

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El contar o no con tecnología propia fue uno de los debates institucionales en China cuando modificaron las estructuras ministeriales para jerarquizar el desarrollo científico y tecnológico. Esa discusión, a su vez, tiene origen en el debate previo sobre cómo transitar el sendero del desarrollo cuando la economía china crecía ya a tasas importantes. Los reiterados intentos chinos de llevar a cabo procesos innovadores de cosecha propia (“innovación indígena”), que no se basan (exclusivamente) en transferencia de tecnología extranjera, habían sido limitados hasta comienzos del siglo XXI, y recibieron especial atención e impulso con el programa Antorcha de 1998, cuando “[…] las prioridades de I+D en todo el país estaban controladas por las instituciones de planificación, […] los trazos gruesos de la política innovativa encerrados en el Antorcha, […] manifiestan fuertes elementos de descentralización institucional y experimentación política, y esto lo ha convertido en señero. La reorientación funcional que implicó […] fue impulsada por iniciativas locales y los intereses de las diversas zonas donde se fueron instalando las empresas de alta tecnología” (Girado, 2017); el corazón del programa consiste en crear la infraestructura y los ecosistemas necesarios para respaldar la innovación y las nuevas empresas, incluidas legiones de incubadoras de tecnología empresarial y espacios de creadores en masa (Ma, 2019).

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