Читать книгу Tú y yo онлайн

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Al llegar a casa, nos estaba esperando una estupenda cena. Me pusieron un pollo entero para comer. «¡Madre mía, qué cantidad de comida!», pensé. «Claro, ahora entiendo. Por eso salen por la televisión tantos americanos gordos. Si comen tanto, normal». Más tarde pude comprobar que apenas cocinan y que esa comida era de bienvenida. La base de su alimentación era el picoteo y la comida basura: patatas fritas, nachos con queso, pizzas...

En Estados Unidos, concretamente en el estado de Minnesota, me di cuenta de que me ocurría algo raro. Quería pasar más tiempo con una de las chicas, con Patty. Cuando me miraba, literalmente no podía mantener su mirada. Me sentía ruborizada y me recorría un escalofrío que no había conocido hasta entonces. Bueno, digamos que se podía parecer a lo que sentí el día que Marcos y yo nos dimos aquel beso.

Un día, concretamente un domingo, incluso pude ir a una excursión con Betty y sus amigos, pero me negué por esperar a que Patty saliera de trabajar como au pair, cuidando de un bebé. Me arrepentí, porque además de pasar todo el día sola, cuando llegó por la tarde, se tumbó en la cama y se quedó dormida. Vamos, que no me hizo ni caso. Imaginé que Betty seguramente estaría pasando un día muy divertido con todos sus amigos, y yo sola, sin saber qué hacer. Me reí de golpe al recordar una de las canciones de mi grupo favorito, Mecano, y empecé a tararearla: «Perdida en mi habitación sin saber qué hacer, se me pasa el tiempo. Perdida en mi habitación entre un montón de discos revueltos, enciendo el televisor, me pongo a fumar, bebo una cerveza para merendar».

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