Читать книгу Tú y yo онлайн

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Entonces le pregunté que de dónde se había sacado semejante información. Louise me informó que de documentales que había visto en la televisión. Le apunté que serían muy antiguos, probablemente, alguno de la Guerra Civil que hubo en España y claro, seguro que se habían emitido en blanco y negro.

Patty notó que estaba muy molesta e hizo que la reunión fuera lo más corta posible. Cuando salimos le di las gracias por terminar y ella se disculpó por todo lo que me había dicho Louise.

—¡No pasa nada! —le dije.

Quería pasar el resto del día con ella y a ser posible a solas. Me propuso ir a una feria donde Jessica exponía en un stand camisetas y sudaderas pintadas por ella. Accedí y nos fuimos en su coche. Allí a los dieciséis años ya puedes conducir. ¡Qué suerte, Patty ya podía hacerlo! Una de las razones por las que estaba deseando tener dieciocho años era poder sacarme el carnet de conducir. Un coche, sentirme libre conduciendo.

Llegamos a la feria. ¡Estos americanos mira que son raritos! Había un espacio rodeado por una valla de alambre donde había sobre todo hombres con bolsas de papel en la mano que contenían alguna botella que se llevaban a la boca de vez en cuando. Pregunté a Patty por qué estaban allí encerrados y apartados del resto de la gente. Me dijo que estaban bebiendo y que no está bien visto y que no se debe hacer públicamente, ni beber, ni fumar. Me sorprendió. ¡Anda, dos cosas socialmente bien vistas en España y que se podían hacer prácticamente en cualquier sitio! De hecho, yo ese año empecé a fumar algún cigarrito con mis amigas o me tomaba algún cubata en la discoteca; aunque ninguna de las dos cosas me gustaba; de hecho, cuando lo hacía me sentía mayor y más adulta, y me encantaba dar esa imagen a los chicos y chicas que me interesaban. ¡Qué bonitos los diseños que hacía Jessica! Me encantó todo lo que vi en su stand y estaba dispuesta a comprarle una sudadera cuando mi «hermana americana» decidió regalármela.

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