Читать книгу Tú y yo онлайн

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Con el tiempo, todo se olvidó. Seguimos siendo amigos y salíamos de vez en cuando todos juntos. Quedábamos la pandi —Cristina, por supuesto, formaba parte de ella—, además de los miembros del grupo de música y algunas novias, que iban y venían. Yo, que soy muy casamentera, ayudé a que Cristina y Pedro empezaran a salir juntos.

Cada vez que nos juntábamos lo hacíamos en la zona vieja, una zona de vinos donde quedábamos gente joven algo alternativa. Pasaba a buscar a Cristina para llegar a nuestros garitos habituales, ya que su casa me pillaba de camino. Atravesábamos un parque para llegar a la zona vieja y, a veces, veíamos sentada en la parte superior de uno de los bancos del parque a la Marimacho. Así llamaban a una chica muy alta y delgada, con un aire misterioso y atractivo, que se comportaba y vestía como un chico. Me hubiera encantado algún día haber perdido la vergüenza que el simple hecho de mirarla de reojo me ocasionaba y haber sacado fuerzas y la valentía para que, sin importarme el qué dirán, me hubiera sentado a charlar con ella.

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