Читать книгу Sexualidad y violencia. Una mirada desde el psicoanálisis онлайн

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Freud descubrió la fuerza incoercible de la pulsión que escapa al control del propio sujeto y que no se deja domeñar por las normas jurídicas ni adoctrinar por la educación, por eso llegó a plantear que hay tres profesiones imposibles: educar, gobernar y psicoanalizar. Educar, gobernar, psicoanalizar y también juzgar son profesiones que tropiezan inevitablemente con lo imposible de formalizar porque en el despliegue de su propio desarrollo generan siempre un resto heterogéneo que no se deja absorber y que impide que el par problema-solución se cierre limpiamente. Es por ello que la amenaza de castigo fracasa como freno preventivo para el violento, y que, en ocasiones, el goce de la víctima la lleve a aferrarse a aquello que la destruye. El psicoanalista reconoce que en su práctica tiene que operar asumiendo que siempre quedará un resto imposible de curar que no puede ser eliminado. Esta asunción de lo imposible le permite llevar al analizante a reconocer el hueso de su síntoma y a partir de eso saber hacer otra cosa que sufrirlo.

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