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“Si María habla es porque tiene que comunicar cosas importantes a la Iglesia y al mundo. Por eso hay que escucharla con un corazón sencillo, humilde y creyente. (…) La presencia de María en este tiempo histórico no es ocasional. María viene como mensajera de Dios y de su Hijo”.1

También sobre los acontecimientos marianos, Monseñor Terán Dutari, exobispo auxiliar de Quito que acompañó la manifestación de María en su país, reflexiona:2 “El puesto y la misión de María para todo el hecho cristiano en sus dimensiones históricas, y ahora particularmente para las manifestaciones de que hablamos sería que Dios ha querido salvar al mundo de todo el mal que, por culpa de nuestra misma libertad, amenaza la vida humana verdadera; ha querido recomenzar su historia con los hombres, pero entrando Él mismo en nuestra historia, asumiendo personalmente la vida humana”.

Por lo tanto, la respuesta de la Virgen al anuncio del ángel, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según has dicho” (Lc 1,38), revela la soberanía de Dios sobre todas las criaturas, al mover el corazón de una joven de Galilea para responder positiva y confiadamente a su designio amoroso de rescatar a la humanidad de la esclavitud del pecado a través de la ofrenda de su Hijo hecho hombre.

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