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Por último, podemos recoger lo que nos enseña el Catecismo: “La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por

las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres” (CIC 502).

ssss1. Cf. P. Ricardo, Hoja de María Nº 2, octubre de 1997, Centro Mariano “Arca de la Nueva Alianza”.

ssss1. Cf. P. Ricardo L. Mártensen, Al final Dios triunfará sobre todas las cosas. Estudio pastoral de los mensajes marianos de Cuenca – Ecuador. Buenos Aires, Ed. de la Palabra de Dios, 1997, p. 19.

Modos de invocar

a la Virgen

Con el “sí” de María, el Padre nos abrió la puerta a una nueva dimensión de su paternidad sobre los hombres: darnos una Madre.

Desde el “sí” que expresó el día de la Anunciación, ella no ha dejado de manifestarse: estuvo a los pies de la cruz, acompañó amorosamente a los apóstoles luego de la partida del Maestro y, ya asunta a los cielos, se hizo presente en numerosas apariciones ocurridas en todo el mundo a través de los siglos. Lo confirman los padres conciliares: “Con su múltiple intercesión [la Virgen María] continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada” (Lumen Gentium, 62).

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