Читать книгу La conversión es un proceso. En las Confesiones de San Agustín онлайн

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Su pregunta no le parece inútil, ya que nadie está limpio de pecado ante Dios, porque ha sido concebido en pecado, porque los otros niños demuestran lo que cada uno es de niño y ha descubierto niños envidiosos o porque deseaba, llorando, el pecho de su madre.

Agustín se detiene en los pecados de la ‘niñez’, pues ya de esa época tiene recuerdos.

Los pecados concretos que nos narra eran pequeños, casi sin importancia: no estudiar, desobedecer los mandatos de los padres o los maestros, jugar desatendiendo los deberes, mentir, robar cosas de la alacena o la mesa, discutir, envidiar. En todos estos actos, tan veniales, descubre, sin embargo, una cierta intencionalidad muy peligrosa que luego se iría intensificando en las actitudes vitales (Cf. L. I, c. XIX).

Así reconoce que durante la niñez no se guiaba por elegir lo mejor y más conveniente, sino aquello que le resultaba más agradable; se apasionaba a las fábulas, hasta tal punto de descuidar las letras y dedicarse a la gramática y poder así leer las falsas historias.


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