Читать книгу La conversión es un proceso. En las Confesiones de San Agustín онлайн

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Sus afectos lo sumen en la confusión, como si estuviera rodeado de niebla, o sumergido en un abismo de vapor, o sumido en la oscuridad. El símbolo del mar le sirve también para reflejar la tormenta de su vida. Como enormes olas se suceden sus afectos sin acantilados que las contengan.

Empujado por el ímpetu de las pasiones, se derrumbó. Encadenado, embotado el corazón, arrebatado y, en fin, dominado por las pasiones a las que se entregó y tienen la dirección de su vida y lo rodean, adheridas a él como una enredadera o zarza o como un nudo que lo sujeta, difícil de desatar.

2.1.2. Desbordado por el deseo de amar y ser amado

Agustín se siente fuertemente impulsado por la noble pasión del amor. “Todavía no amaba, pero amaba el amar... Buscaba qué amar, buscando el amar... Amar y ser amado era la cosa más dulce para mí” (L. III, c. I).

Este impulso impresionante de su amor no se vería libre de la tormenta que anidaba en sí mismo. Así lo reconoce cuando escribe: “Del fango de la concupiscencia carnal... se levantaban nieblas que, oscurecían y ofuscaban mi corazón, hasta no discernir la serenidad del amor del vicio de la sensualidad” (L. II, c. II).


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