Читать книгу Estoy en el mundo, soy de Dios. Fe y relativismo. Un testimonio abierto al diálogo онлайн

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El personaje central es un profesor de Filosofía que asume y fomenta una actitud de vida que podría sintetizarse en un slogan como éste: “Hacé lo que tengas ganas, hay que probar de todo, pero no vayas a creer en dios, que es una idea impuesta para que sientas culpa”. (Lo pongo con minúscula porque es una falsa imagen de Dios).

Son muchas las interacciones, dentro y fuera del aula donde da clases este profesor, que pueden tomarse para ejemplificar tanta contradicción tamizada entre los aspectos fascinantes que nos ofrece la serie. En una de ellas, el protagonista llega a felicitar a una alumna que le manda a otro profesor trozos de materia fecal en una caja de regalo para que la abra delante del curso, casi a la par de desalentar una campaña de recolección de alimentos que organizaban los alumnos, tildándola de hipócrita y haciendo un planteo sobre la injusticia tributaria.

Es cierto que una tarea educativa es ayudar a que los jóvenes puedan encontrar las motivaciones profundas de sus acciones y creencias, pero alentar la justicia tributaria, o incluso el gesto cotidiano de dar de lo propio y no solo ocasionalmente a través de una campaña, ¿tenía que ir necesariamente de la mano de ridiculizar el gesto solidario? Claro que no sería de extrañar que en lo que motivó a estos jóvenes para sumarse hubiera una mezcla con lo establecido, con lo que se hacía, quizás por costumbre, sin total autenticidad. En tal caso, si realmente era esto lo que captaba e inquietaba al profesor, podría haber propuesto trabajar sobre esas motivaciones, en vez de desacreditar su iniciativa hasta hacerlos desistir. En mi opinión, hay otras cosas de fondo que el docente pone en cuestión y en duda. Hay mucho prejuicio.

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