Читать книгу Estoy en el mundo, soy de Dios. Fe y relativismo. Un testimonio abierto al diálogo онлайн

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La experiencia de mi fe no se contrapone a encontrarme con la fuerza de mis deseos y sueños vivos, junto a los de tantos otros, y saberme responsable de realizarlos. Esto es mucho más que darle las riendas de mi vida a lo que me venga en ganas.

Me gusta elegir, optar, medir consecuencias de lo que pueda decir o hacer; aunque cuántas veces ni me sale, cuántas hago lo que no querría hacer. Creo que es provechoso examinarlo todo y quedarme, incluso, con algo distinto de lo que me dicte la fuerza de mis impulsos; aunque no es fácil y me descubro vulnerable. Me atrae la fidelidad en el matrimonio, me hace sentir dueña de mí misma y capaz de darme exclusivamente a quien elegí. Nadie me presiona u obliga a frenar a tiempo para ir detrás de bienes mayores; lo elijo, aunque conozco mi fragilidad. No quiero el relativismo para mi vida. Lúcidamente, lo rechazo.

Tolerancia

intolerante

Encontré en las actitudes del profesor de la serie un clarísimo ejemplo de lo que podríamos llamar “tolerancia intolerante”. Él hace lo que quiere y punto. Se aplica a sí mismo la máxima de que su conducta queda exenta de todo filtro. Y a eso mismo invita permanentemente a sus alumnos. Sin embargo, según su percepción, es la Iglesia la que tiene que cambiar su modo de ser. Incluso, afirma que él mismo podría provocar un cisma que no le vendría mal (aunque un cisma, como tal, solo podría iniciarse desde dentro). Mientras tanto, si le da ganas de burlarse de sus pares, considerarse superior a ellos, o engañar, ¡adelante! Nada hay para exigirse a sí mismo; las cuentas se piden hacia afuera y unidireccionalmente.

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