Читать книгу La Señora de todos los Pueblos. El derramamiento universal del Espíritu Santo онлайн

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De pronto, ella empezó a hablarme. Dijo: ‘¡Repite lo que te digo!’. Empecé a repetir cada una de sus palabras. Hablaba muy lentamente.

”Mis hermanas y el Padre Frehe se agruparon a mi alrededor. Oí que el Padre decía: ‘¿Pero qué hace?’. Cuando empecé a hablar, dijo a mi hermana Truus (Gertrudis): ‘¡Enseguida, escribe lo que está diciendo!’. Mi hermana no tenía ganas, le parecía una tontería. Pero el Padre Frehe repitió: ‘¡Escribe!’. Después que había repetido algunas frases, le oí decir al Padre: ‘Pregúntale quién es’. Entonces le pregunté: ‘¿Es usted María?’. La figura contestó sonriendo: ‘Me llamarán la Señora, la Madre’. Al decir ‘la Señora’ inclinó un poco la cabeza hacia mí, y repitió: ‘Me llamarán la Señora, la Madre’. Oí que el P. Frehe decía: ‘¿La Señora? Nunca he oído decir la Señora’. Tanto él como mi hermana, que estaba escribiendo todo, se rieron. Me molestó y pensé que si pudieran ver lo que yo estaba viendo, no se reirían tanto. El caso es que no podía enojarme con ellos, ya que no veían aquello que yo sí veía en ese momento. Después de haberme hablado, la figura se fue alejando muy despacio. Solo luego desapareció también la luz y volví a ver todo lo que estaba en la habitación, como siempre había estado. Naturalmente, el P. Frehe empezó a preguntar: ‘¿Pero qué era realmente?’. Le contesté: ‘Yo tampoco lo sé, pienso que era María’. ‘¡Ah!’, dijo, pero no añadió ningún comentario”.

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