Читать книгу Conflicto armado y organización campesina. Memorias de la Asociación Campesina del valle del río Cimitarra онлайн
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Se juntaban cuatro o cinco grandes ganaderos terratenientes; entonces ellos pagaban, un ejemplo, cinco por cada hacienda: cinco haciendas igual a veinticinco personas que eran contratados única y exclusivamente para revisar los linderos, es decir, las colindancias con las demás regiones, buen caballo, con pistolas, o escopetas de cinco tiros, las famosas «changones» [...] y un radio, un radio pequeño de comunicación con la hacienda [...] entonces tenía dos funciones: una que era permanecer vigilante a la cantidad de animales que se tenía o la cantidad de bienes que tenía la hacienda, estar siempre pendiente de lo que llamamos los linderos con las demás personas que ya no eran hacendados, mantener vigilancia, porque hay que recordar que en ese entonces la mayoría de dueños de las haciendas vivían en las haciendas (Páez, 2015, p. 272).
Los terratenientes en Puerto Berrío actuaron de manera violenta contra los campesinos desde finales de la década de los setenta. Los intereses de ampliar el territorio, de aumentar el número de cabezas de ganado, el acceder a tierras ya descubiertas, llevaron a un ambiente de inseguridad colectiva, lo que provocó incertidumbre, desconfianza y amenazas contra los colonos que ya se habían alejado de Puerto Berrío. Este fenómeno ocasionó una ruptura del tejido social y cultural que se había construido durante más de treinta años, expulsando a la gente en dirección hacia el río Ité, Tamar y San Bartolomé, abajo hasta el Cimitarra y el Magdalena, para ubicarse en sitios como Puerto Nuevo Ité, Jabonal, entre otros.