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Si hemos de seguir esta línea de pensamiento, pues, desde luego debemos dar un paso más. No es suficiente tener simplemente cualquier idea de la predestinación. Es nuestro deber buscar la idea correcta de la predestinación, no sea que nos hagamos culpables de distorsionar o ignorar la Palabra de Dios. Es aquí donde comienza el verdadero conflicto, el conflicto por clarificar con exactitud todo lo que la Biblia enseña acerca de este asunto.

Mi conflicto con la predestinación comenzó al principio de mi vida cristiana. Conocía a un profesor de filosofía en la facultad que era un convencido calvinista. El expuso la llamada idea “reformada” de la predestinación. No me gustaba. No me gustaba en absoluto. Luché con uñas y dientes contra ella todo el tiempo que pasé en la facultad.

Me gradué de la facultad sin estar persuadido de la idea reformada o calvinista de la predestinación, sólo para ir a parar a un seminario que incluía en su claustro al rey de los calvinistas, John H. Gerstner. Gerstner es a la predestinación lo que Einstein es a la física o lo que Arnold Palmer es al golf. Habría preferido desafiar a Einstein acerca de la relatividad o haber jugado un partido con Palmer antes que vérmelas con Gerstner. Pero… los necios se precipitan donde los ángeles temen pisar.

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