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Si añadimos al horror de la palabra predestinación la imagen pública de su más famoso maestro, Juan Calvino, nos estremeceremos más aún. Vemos a Calvino representado como un tirano severo y ceñudo, un Ichabod Crane del siglo XVI que encontraba un diabólico deleite en la quema de los herejes recalcitrantes. Es suficiente para hacernos retirar de la discusión completamente y reafirmar nuestro compromiso de no discutir jamás de religión y política.

Con un tema que la gente encuentra tan desagradable, es de maravillarse que aún así lo discutamos. ¿Por que hablamos del mismo? ¿Porque disfrutamos de lo desagradable?. Lo discutimos porque no podemos evitarlo. Es una doctrina claramente expresada en la Biblia. Hablamos acerca de la predestinación porque la Biblia habla acerca de la predestinación. Si deseamos construir nuestra teología sobre la Biblia, nos tropezaremos con este concepto, y pronto descubrimos que no lo inventó Juan Calvino.

Virtualmente todas las iglesias cristianas tienen alguna doctrina formal de la predestinación. Sin duda, la doctrina de la predestinación en la Iglesia Católica Romana es diferente de la que sostiene la Iglesia Presbiteriana, por ejemplo. Los Luteranos tienen un punto de vista sobre el asunto diferente al de los Episcopales.

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