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9. Ecos de un fracaso
Entre los antiguos la voz era todavía un espíritu carnal que animaba el discurso y la vida de los hombres. «En el principio existía el Verbo. Y el Verbo se hizo carne», leemos en san Juan. El Espíritu nos visita y se encarna. Así se muestra en nuestra religión y así lo hace igualmente en nuestra cultura clásica. A este respecto, hay que recordar lo que Plutarco cuenta de Sócrates y su demon: «[…] en muchas ocasiones califica [Sócrates] de impostores a quienes decían haberse comunicado mediante visiones con algún ser divino, mientras que atendía y se informaba con interés de quienes afirmaban haber oído una voz»24. Las voces eran siempre voces de verdad y lo siguen siendo para el psicótico.
Todas las voces de los psicóticos son soplos. Soplos que insuflan conocimiento. El soplo es siempre engendrador. Las voces, desde este punto de vista, son fenómenos creadores, enraizadas en esa condición inventiva que es consustancial a la psicosis. Y son también, por la misma causa, fenómenos divinos en su mayor parte. Se muestran como revelaciones, como descubrimientos reveladores. En el fondo, las voces psicóticas son mensajes del cielo. De hecho, siempre encontramos algo metafísico y trascendente en las psicosis. Schreber localizaba muy bien la aparición de los fenómenos sobrenaturales en su enfermedad, y separaba con relación a ellos un antes y un después. Pero las voces de Schreber ya no son voces antiguas, sino voces recientes, científicas, discontinuas. Signos matemáticos que cuesta interpretar y mucho más enlazar para constituirse en un discurso que nos acerque a los demás.