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Los manes eran los dioses familiares que se encargaban de la protección del hogar y de la familia; algo similar a lo que se usa en la Iglesia católica al dirigirse a un santo de su devoción para pedir protección, guía o bendición a uno mismo o a la familia entera. También los griegos tenían algo similar. En la Odisea de Homero (11:72), Elpenor le dice a Ulises: “No me abandones, no me dejes atrás sin ser enterrado, sin ser llorado”.

Casi todas las placas funerarias comenzaban dedicadas a un dios o a varios dioses. La mayoría la dedicaban al dios Manes y, después de decir algunas palabras o nombres de quien estaba enterrado, terminaban con una frase que dice: “Que te sea la tierra leve” (“Sit Tibi Terra Levis”), que reemplazan los epitafios actuales, que terminan diciendo: “Descanse en paz” o RIP, Requiescat in Pace, palabras latinas. Estas ideas, “que te sea la tierra leve”, indican un elemento de trascendencia, de la esperanza del hombre en creer que hay vida después de esta vida.

Entre los cientos de placas en esa sala, había una que me llamó la atención y que habla del sentimiento y la angustia de la vida que vivió el hombre conmemorado por el epitafio. A continuación transcribo la traducción de lo que decía en latín:

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