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[…] que cuando su mamá estaba pronta a dar a luz, fue avisada en un sueño que fuera a un campo o un prado y colectara flores. Cuando llego ahí sus niñas compañeras estaban colectando las flores mientras ella se recostó en el pasto y se durmió. Algunos gansos que estaban comiendo por ahí formaron un círculo alrededor de ella mientras ella dormía; luego, alzando las alas en su forma característica de ellos mientras formaban ese círculo hicieron un sonido repentino. Ese sonido hizo que ella se despertara y diera a luz un hijo que vino a ser Apolonio. Y mientras todo esto sucedía cayó un rayo del cielo, se posó sobre el mismo cielo y se desapareció regresando al mismo cielo. Con esto sin lugar a dudas los dioses estaban dando un signo y un presagio de quién vendría a ser él.29

No solo en esto se parece a los signos de la historia de Jesús descrita en Lucas en el famoso pasaje de la Anunciación (Lc. 1:26-38) sino que, cuando la mamá de Apolonio lo había engendrado, ella tuvo una visión de una divinidad egipcia llamada Proteo y le preguntó la futura mamá a este ser divino quién iba a ser el hijo que había engendrado, a lo cual Proteo contestó: “Yo mismo”.30 El autor continúa describiendo a Proteo como un dios multiforme, teniendo todo el conocimiento presente y futuro.31 Compárese este pasaje con el de Lucas en la anunciación de Jesús, donde dice el ángel que Jesús sería llamado Hijo del Altísimo (Lc. 1:32). Y en Apolonio se dice que era el Hijo de Zeus (La vida de Apolonio de Tiana, 1:6).

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