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La Iglesia va creciendo y se va formando, pero siempre hay divisiones y grupos que se separan del grupo principal. Este divisionismo, en lugar de ser una desventaja, ha sido una fortaleza, porque ha provocado crecimiento en el cristianismo a través de los siglos. Las divisiones en la Iglesia son tan antiguas como la misma Biblia: aun en el mismo Nuevo Testamento nos deja ver que las diferencias teológicas existen: Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos, por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si fueran de nosotros hubieran permanecido con nosotros… (1Jn. 2:18-19).

Claramente hablan de divisiones y, al que no estaba de acuerdo con el grupo que escribía, éste no lo consideraba cristiano. En la misma historia de los primeros siglos se habla de múltiples grupos cristianos. Los discípulos de Apolonio y Jesús, sin duda, fueron contrincantes y se enfrascaron en feroces debates. Ambos, Jesús y Apolonio, fueron declarados divinos por sus seguidores. Los cristianos criticaron a Apolonio, los seguidores de Apolonio criticaron a los cristianos. Lo importante es notar que tanto Jesús como Apolonio no fueron considerados divinos mientras ambos tenían vida. Fue hasta que murieron que se produjo este sentimiento de que los dos habían resucitado y se habían convertido en divinos.

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