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De acuerdo a Suetonio, César había declarado que tenía un linaje divino. Julio decía que un lado de él venía de la descendencia del cuarto rey romano, Marco Ancio, y que el otro lado descendía de los dioses hasta llegar a Venus.

Cuando murió Julio César, uno de sus militares aliados, Marco Antonio ―quien después tuvo relaciones con Cleopatra VII, reina de Egipto―, en asociación con el hijo adoptivo de César, Octaviano ―quien más tarde llegó a ser César Augusto―, decidió en el funeral no solo rendir honores a Julio César, sino dar al César todos los honores humanos y divinos. Así, Julio César fue votado en el Senado romano como divino, por las autoridades que gobernaban y, al hacerlo, en la misma ceremonia sucedieron cosas milagrosas que confirmaron su divinidad:

(César) que murió en el año cincuenta y seis de su vida y que fue incluido entre los dioses, no solo por un decreto formal sino por la convicción del pueblo en general. Tan cierto es este dicho que en el primer juego que hubo después de su deificación por su sucesor Augusto, resplandeció un cometa (en los cielos), apareciendo como a la hora onceaba por siete días consecutivos. Y fue acreditado que era el alma de César que fue recibido en el cielo.39

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