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Esta deificación, como se puede apreciar, fue corroborada por los cielos con los signos del cometa. Esta historia tiene paralelo con la de Jesús, en el Evangelio de Mateo, donde el nacimiento de Jesús fue avistado por los Reyes Magos que vieron su estrella… en el oriente y vinieron a adorarle (Mt. 2:2).

Es obvio que al hijo adoptivo y sucesor de Julio César le interesaba la deificación de su padre. Si éste había sido dios, él podía llegar a ser el hijo de dios. En el interesante libro escrito por el teólogo Michael Peppard, menciona que solo hay dos hombres en la historia antigua que fueron hechos hijos de Dios. Muchos otros fueron llamados con otros nombres, como hijo de Zeus o de Júpiter, pero solo dos personas conocidas por nombre fueron llamadas hijo de Dios: uno fue Octaviano, quien posteriormente llegó a ser Augusto César, y el otro fue Jesucristo: “Octaviano, por su parte, prefirió ser llamado hijo de dios […] en lugar de hijo de Apolo”; sorprendentemente, después que su padre adoptivo (Julio César) fue asesinado, Octaviano debía vengar el asesinato de su padre y llevar en él mismo el gen juliano. Él se llamó a sí mismo César hijo de César y usó también la famosa frase divi fillius, hijo divino. Este título fue el que se usó en las monedas que llevaban su nombre, en inscripciones y en monumentos, como parte de la titularidad oficial.40

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