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Para corroborar la historia de Atia, Suetonio relata que, en esa misma noche, su esposo que estaba en guerra al norte de Grecia, tuvo un sueño donde “vio a su hijo con un aspecto más grande que un mortal con un rayo y un bastón y emblemas de Júpiter el Mejor y Más Grande y una corona radiante con doce caballos increíblemente brillantes”.44

Además de todo esto, Augusto fue proclamado Hijo de Dios tan temprano como 40 a. C., antes que fuera declarado emperador, y este título se encuentra en las monedas impresas tan temprano como 38 a. C. De acuerdo a Suetonio, en la cremación del cuerpo de César Augusto, un alto oficial del imperio romano proclamó que “vio la imagen de Augusto ascendiendo al cielo”,45 una prueba más de la divinidad de este personaje que se fue acumulando con los años. A Augusto se le continuó adorando como un dios entre los romanos, incluidos los emperadores tardíos de ese imperio.

Sobre el uso del título de Hijo de Dios que los cristianos usaron para referirse a Jesús en los tiempos romanos, y teniendo esa moneda de Augusto César con ese título divino, Ehrman se pronuncia sobre este hecho diciendo: “Esto no es una coincidencia. Cuando Jesús aparece en el escenario como hombre divino, él ―Jesús― y el emperador ―Augusto César― estaban en competencia”.46

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