Читать книгу Origenes del Cristianismo онлайн

76 страница из 82

Las cabezas colosales de los olmecas no se usaban solo como adornos sino también como tronos de los líderes que los consideraban dioses de ellos. Esto fue probado por el arqueólogo David C. Groove al descubrir en un mural en Oxtotitlán, Guerrero, una pintura todavía preservada en una cueva con colores vivos policromados en rojo, verde, amarillo, naranja, café y negro, en la que se aprecia a un jefe olmeca sentado en una cabeza colosal. Desde ese descubrimiento se ha aceptado que tales monumentos eran los asientos de los gobernantes olmecas, tanto en sentido metafórico como real.54 El culto a la figura del gobernante olmeca es muy claro. El suyo se comparaba al linaje de los dioses, es decir, el culto a un líder, tal como lo hicieron los griegos y los romanos ―que le asignaban ascendencia divina―, era también evidente en los olmecas, mayas, aztecas y demás culturas mesoamericanas. Este patrón de asociar a un hombre con la divinidad no es exclusivo de todas las culturas que ya he mencionado.

Правообладателям