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—Déjame invitarte a un café, así podremos hablar tranquilamente —le pidió mientras le extendía la mano derecha con la palma hacia arriba.

—Siempre fuiste muy perseverante, veo que no has perdido esa virtud —acotó ella con una sonrisa, y aceptó la invitación con un asentimiento de cabeza.

—Sería muy tonto si no lo fuera contigo.

Al entrar en la cafetería Polly’s, vieron algunas mesas vacías delante del mostrador, pero pasaron de largo y se dirigieron al fondo. Habían pintado las paredes con colores claros y las habían decorado con cuadros de distintas temáticas, algunos en relieve, y lámparas que apenas iluminaban, por lo que el ambiente resultaba muy acogedor.

Al final se decantaron por una mesa que quedaba apartada, rodeada por tres paredes, las cuales estaban decoradas con un espejo y cuatro cuadros de jarrones. Un pasamanos de madera delimitaba ese sector de la cafetería, que quedaba alejado de la entrada y resultaba bastante tranquilo e íntimo al quedar fuera del ir y venir de la gente.

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