Читать книгу Mercados del lujo, mercados del arte. El gusto de las elites mediterráneas en los siglos CIV y XV онлайн

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El esmalte solía adornar elementos muy vulnerables lo que hacía que estas piezas se perdiesen con facilidad. En el caso e unas Horas iluminadas sirvió para formar imágenes de cinco escudos y, en este caso, la pieza esmaltada donde se sujetaba la mano del cierre se encontró en un arca al hacer el inventario.ssss1

En la encuadernación de lujo, los elementos que cierran y mantienen la estructura son campos perfectos para el adorno. Son los primeros y los últimos que toca la mano del posesor lo que enfatiza su función de ingreso y clausura.

Un campo semántico amplísimo lo conforman los cierres en los que la diferenciación de términos pone de manifiesto una variedad hoy difícil de distinguir. La orfebrería se une a la cerrajería y a la guarnicionería: cerradura, manecilla o manezuela, aldabas o aldabicas, desempeñan esa función de diferentes maneras.

Las cerraduras pueden ser historiadas: una de Isabel de Portugal lleva un san Antonio, o se adornan con tarjas (rodelas o escudos) de filigrana esmaltada, a juego con el registro. La «aldabita» es una voz tomada de la cerrajería: un pedazo de metal agujereado por el medio, unido a un gozne en la que corre un pestillo. Su pertenencia a ese ámbito la muestra que entre los bienes de Juana I, tienen una presencia indiferenciada entre los cofres, los cofres porta cartas y las encuadernaciones. De oro liso, cierran con una cinta negra a juego con el terciopelo de las cubiertas de un libro de horas, en otro son de oro retorcido y cerraban una cinta negra adornada en un extremo con dos cabos de oro retorcido, esmaltados de negro. Se fijan sobre escudos de oro, trabajados a su vez en forma de rosas, en unas Horas que Carlos V tomó del tesoro de su madre para su hermana, la infanta Catalina, en 1518. Otras, también de oro, cerraban un libro redondo a manera de bola, iluminado, con las cubiertas de oro y decoración heráldica. Éste, un libro-juguete caprichoso, se lo quedó su nieta, la princesa Juana, hermana de Felipe II, en una parada del camino entre Aranda y Toro, en diciembre de 1550.ssss1

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