Читать книгу Silenciadas. Represión de la homosexualidad en el franquismo онлайн

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El tercer y último frente fue el eclesiástico. Y las analogías con la España de la Contrarreforma no pueden ser más evidentes. Si Felipe II ordenó el cierre de las universidades extranjeras (salvo las de Coimbra, Nápoles, Roma y Bolonia) e impulsó la publicación del primer Índice de libros prohibidos (1559), Franco también creó un cordón sanitario que impidiese la entrada de ideas progresistas («rojas», en lugar de «luteranas»), así como auspició la constitución de una Delegación Nacional de Prensa y Propaganda (con atribuciones censoras) y suspendió la actividad docente de los centros laicos con idéntico fin de controlar la educación por medio del adoctrinamiento dogmático. Qué duda cabe, y así lo demuestra Estefanía, que el encorsetamiento ideológico reprimió en muchos casos la vivencia afectiva de índole homosexual. El miedo a la estigmatización social metió, no ya dentro de un armario, sino en un cofre cerrado con fuertes candados y lanzado a las profundidades submarinas, a las mujeres y hombres que trataban de evitar el capirote del insulto y de la discriminación, además de las penas de cárcel o las ejecuciones.


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