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Otro caso icónico es de Carmen Laforet. No fue hasta el año 2007 que Destino reeditó su última novela publicada en vida: La insolación (1963), «una valiente defensa de la dignidad homosexual» (El País, 5 de marzo de 2021). Se trataba del primer título de la trilogía truncada Tres pasos fuera del tiempo, al que habrían de haber seguido los volúmenes Al volver la esquina y Jaque mate, pero la novelista no se atrevió a sacarlos.

Así las cosas, no es casualidad que se publicaran en 2017, hace apenas cuatro años, las cartas que se intercambiaron ambas narradoras: De corazón y alma. 1942-1957 (Fundación Banco Santander). En ese epistolario se vislumbra el amor (quizás platónico, pero igualmente intenso) que se profesaron.

El ensayo de Sanz Romero da satisfactoria respuesta al inquietante motivo por el que dichas escritoras optaron por la autocensura, encerrándose dentro del armario: la brutal represión franquista.

El primer frente represor, nos explica Estefanía, fue el psiquiátrico. Nos hace un inventario de terapias conductistas, orientadas a la modificación de la «deficiencia mental» de los homosexuales (por aquel entonces no se distinguía a estos ni de personas trans ni de bisexuales, de ambos géneros, claro). Entre los métodos que se practicaron destacan las lobotomías y los electroshocks.


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