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SEAMOS METAFÍSICOS

Para entender a la Madre de Dios, debemos empezar por Dios. Toda mariología, toda devoción mariana, tiene que comenzar por una sólida teología y una fe firme en el Credo. Todo lo que hace María, y todo lo que es, deriva de su relación con Dios y de su correspondencia al plan divino. Ella es su madre, su esposa, su hija, su sierva. No podemos empezar a conocerla si, primeramente, no tenemos nociones claras sobre Él: sobre Dios, su providencia y la relación con su Pueblo.

Y eso no es tan sencillo como alguna gente querría hacernos creer. A fin de cuentas, dependemos del lenguaje que engarza con nuestra imaginación y hace comprensibles cosas invisibles, bien por comparación con las cosas que vemos: Dios es ilimitado, como el cielo; ilumina, como el fuego; está en todas partes, como el viento. O bien oponiendo cualidades de Dios con nuestras propias cualidades: somos finitos, pero Él es infinito; nuestro poder es limitado, pero Él es omnipotente.

A conocerle por analogía y por oposición es a todo lo más que alcanza la mayoría de la gente en su consideración de Dios... y hasta donde llegan, expresan cualidades verdaderas. Pero no van muy allá. Dios es espíritu puro, y todas nuestras analogías terrenas se quedarán cortas al pretender describirle como realmente es.

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