Читать книгу Dios te salve, Reina y Madre. La Madre de Dios en la Palabra de Dios онлайн

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Pero por más unidos que nos mantenga la naturaleza a nuestras madres, siguen siendo misteriosas para sus hijos. Continúan siendo un misterio. En palabras del padre Brown de G. K. Chesterton: «a veces algo puede estar demasiado cerca para verlo».

Como Madre de Dios, María es la madre por excelencia. Por eso, si todas las madres se nos escapan, Ella más aún. Si todas las madres se dan a sí mismas, Ella todavía más. Si todas las madres apuntan más allá de sí mismas, María en mucho mayor grado.

En tanto que verdadera madre, María considera que ninguna de las glorias que posee le pertenece. A fin de cuentas, Ella señala hacia fuera de sí, tan sólo está cumpliendo órdenes de Dios: «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Incluso cuando reconoce sus excelsos dones, reconoce que son dones: «todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lc 1, 48). Por su parte, el alma de María no se «magnifica» a sí misma, sino «al Señor» (Lc 1, 46).

¿Cómo, pues, podremos acercarnos a este escurridizo tema, si Ella ha de ser siempre relacional?, ¿cómo podemos empezar a estudiar a esta mujer que siempre desvía la atención de sí misma hacia su Hijo?

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