Читать книгу Mueve tu ADN. Recuperar la salud con el movimiento natural онлайн

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Para comprender mejor cómo la mecanotransducción influye en la forma final de nuestro cuerpo tenemos que empezar a pensar en lo más pequeño. La actividad que podemos ver a simple vista (el cambio de posición de los codos, las rodillas, los pies, las caderas, etc.) no es tan solo un indicador de cómo se mueve el cuerpo en su totalidad, sino que también nos aporta información sobre otros movimientos más sutiles que se producen en el sistema, en los tejidos y en las células que hay bajo la piel.

Llegados a este punto ya no debería resultarte complicado comprender cómo la falta de movimiento nos está asfixiando lentamente a nivel celular. Los movimientos que antes solían ser intrínsecos al mero hecho de vivir (léase: que tenían lugar durante todo el día) y las cargas celulares que solían producirse de forma habitual en el día a día ahora han sido transferidos a máquinas, a ordenadores o a otras personas que se mueven por nosotros. Actualmente no existe ningún modo artificial de recuperar físicamente la capacidad de torsión, ninguna forma de comprimir los efectos de cien horas semanales de «aplastamiento» celular en tan solo siete horas de ejercicio, ni tampoco hay disponible ninguna tecnología que sea lo suficientemente inteligente como para reemplazar a la naturaleza. Generalmente, se considera que la enfermedad significa que algo ha ido mal a nivel fisiológico. Yo afirmo que, en la mayoría de los casos, nuestra fisiología se limita a responder exactamente tal y como ha de hacerlo a los tipos de movimientos que realizamos. En lugar de pensar que hay algo que va mal en nosotros mismos (que tenemos alguna deficiencia intrínseca), deberíamos reconocer la falta de salud como una señal de que nuestro medio o nuestras circunstancias (mecánicas) son los que presentan alguna deficiencia.


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