Читать книгу Mueve tu ADN. Recuperar la salud con el movimiento natural онлайн
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«Pero espera un momento –te oigo decir–. Yo sí que hago ejercicio. ¿Qué pasa conmigo?». El paradigma que domina actualmente en el ámbito del ejercicio incluye la creencia de que cualquier ejercicio de cualquier tipo mejora la distribución de oxígeno en todos los tejidos, pero esto no es así en realidad. Cualquier tipo de movimiento mejora la circulación –es decir, el aporte de oxígeno y la retirada de productos de desecho– únicamente en los músculos que se están utilizando para realizar ese movimiento específico. Incluso en el caso de que seas un gran deportista –quizá montas en bici o sales a correr religiosamente– tan solo los músculos que usas para ese ejercicio específico reciben algún beneficio. Con el tiempo, el uso excesivo del cuerpo sobre la base de un patrón particular da lugar a tejidos fuertes situados junto a tejidos más débiles, lo que crea las condiciones favorables para que se vaya desarrollando una lesión lentamente.
Lo que pone en marcha e impulsa los procesos fisiológicos es el «consumo» frecuente de movimientos variados. El movimiento no es algo que sea tan opcional como hemos querido creer. Al igual que la falta de alimento (o, Dios no lo quiera, de oxígeno) da como resultado la aparición de una multitud de señales biológicas y fisiológicas, actualmente la gente vive en sus «cuerpo-casa» rodeada por doquier de gritos de alarma en forma de dolores y de enfermedades, pero no es consciente de cuál es el verdadero origen del problema. Hemos estado haciendo el movimiento equivalente a comer o a respirar por debajo de lo necesario, lo cual produce un gran impacto en nuestro organismo a todos los niveles, incluido el celular.