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También había algunas otras cuestiones que se debían tener en cuenta:

 Durante los periodos de máximo crecimiento se produce en las orcas pubescentes un reblandecimiento natural (una mayor oscilación) en la aleta dorsal.

 Las aletas dorsales de los machos son más largas que las de las hembras.

 La aleta dorsal de una orca está formada por un tejido muy similar al de nuestros ligamentos. Constituida en su mayor parte de fibras de colágeno, la aleta dorsal no tiene huesos ni músculos para sostenerse, lo que la convierte en un tejido totalmente pasivo.

Al analizar todos estos datos en conjunto, los científicos propusieron la hipótesis de que la causa más probable del síndrome es el medio mecánico propio del cautiverio –en este caso, una combinación de la ausencia en la aleta de las cargas que se crean cuando las orcas pasan mucho tiempo nadando hacia delante en zonas profundas, cargas que presionan los tejidos pasivos de la aleta y hacen que esta mantenga su posición vertical, y la presencia de las cargas anormalmente altas creadas al no poder nadar más que en una sola dirección, todo ello unido a la mayor exposición de la aleta a los efectos de la gravedad al estar mucho más tiempo por encima de la superficie del agua–. De este modo, las orcas más susceptibles de padecer este síndrome serían aquellas con las aletas dorsales más altas, las que crecen en cautividad y las que tienen algún tipo de percusor genético que favorezca la falta de firmeza del colágeno.


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