Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн
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Tal vez sepáis que Fabry, absorbido por sus ocupaciones de delegado en la Cité y fatigado, no se había presentado. Hemos decidido, al salir, ir a la Cité para advertir a Fabry: delante del pavillón hemos gritado: «¡¡Fabry!!»; él se ha asomado por la ventana casi en camisa, y ¡con qué cara! Hemos subido a su habitación, a la de Dhombres; a las 10 h y media hemos visto a dos historiadoras de la Cité que también se habían hundido un poco más tarde que nosotros, y recomenzamos la conversación; a las 11 y media, estando aún en la Cité, nos han aconsejado comer allí, en el encantador restaurante moderno donde cada uno se sirve a sí mismo; es muy pintoresco, absolutamente encantador, y barato; por 4 francos y 2 sueldos una comida espectacular...
Un poco más tarde, la carta vuelve a cambiar bruscamente de tono porque mientras Vilar la estaba escribiendo había recibido y leído una carta que la tía le había escrito el sábado anterior, donde preveía que el sobrino cometería errores entre tantos papas y emperadores. Vilar lamenta que eso no hubiese sido posible porque «en la Hansa, ni papas ni emperadores, ¡y yo que sabía tan bien mi Disputa!». También se defiende ante algunas recriminaciones de la tía que sabía que se duplicarían cuando conociese el abandono: él estaba contento de haber hecho «un trabajo muy metódico y razonable, sin excesos». Insiste en que no se arrepiente de nada y consideraba que si era necesario buscar un culpable este sería Jordan: