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Me parece que todo esto tiene que ver con tres términos que quedan así introducidos e invitan a reflexionar: garantizar, autorizar y legitimar.

Vayamos al diccionario. Garantizar es dar garantía, lo que es “efecto de afianzar lo estipulado”; necesariamente alguien o algo debe otorgar ese afianzamiento, alguien o algo otro: Dios, la ley, etcétera.

Autorizar es “dar a alguien autoridad o facultad para hacer alguna cosa”.

Es por el lugar que alguien ocupa, por su investidura o el poder que tiene una persona sobre otra u otras. Legitimar es “convertir algo en legítimo” o “probar o justificar la verdad de una cosa o la calidad de una persona o cosa conforme a las leyes”.

Y legítimo es “conforme a las leyes” o “lícito, justo” o “cierto, genuino y verdadero” en cualquier caso.

Con estas definiciones o significados del diccionario tenemos, en cuanto a “garantía”, que debe haber alguien o algo que la otorgue. La “autoridad” es dar un poder a alguien sobre otros y por lo tanto alguno prohíbe o permite desde un lugar. Mientras, la “legitimidad” remite más a lo verdadero y justo y al sometimiento a las leyes.

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