Читать книгу Los parados. Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan онлайн
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Como en otras ocasiones, el cambio metodológico provocó reacciones encontradas en el ámbito sociopolítico, pues algunos se temían que en el caso español provocaría una reducción artificial de las cifras de paro. De hecho es lo que ha ocurrido. Al aplicar el nuevo sistema de cálculo a la EPA del cuarto trimestre de 2001, el paro cayó en casi un 20% (463.000 efectivos) y la tasa se redujo en 2,3 puntos [Pérez Infante, 2006: 114-115]. Pero al final se impuso la óptica de EUROSTAT. Los niveles históricamente bajos de paro estimado alcanzados desde entonces hasta el estallido de la crisis tienen que ver también con este hecho, y no sólo con el fuerte crecimiento del empleo que conoció la economía española durante aquellos años.
Las objeciones a las definiciones de empleo, paro e inactividad en cuestión no son nuevas. En realidad surgieron poco tiempo después de que se formularan y comenzaran a utilizarse, primero a partir de 1940 en Estados Unidos en el Current Population Survey (equivalente a la EPA), y después en cada vez más países. De hecho han sido objeto de discusión en diversas ocasiones, en particular a partir de la crisis de los años setenta, cuando el paro reaparece como problema [Shiskin, 1976; Mouly, 1977]. Por razones que no hace falta explicitar, el debate tuvo especial intensidad en la España de la época [Leguina, 1977; Denti, 1979; De Miguel, 1981]. Cabe pensar que si no han sido retocadas en alguna de las conferencias de estadísticos del Trabajo que se celebran periódicamente en la OIT es porque no se ha conseguido alcanzar un acuerdo sobre las posibles alternativas. Habrá quien defienda que el criterio de búsqueda es demasiado restrictivo y que debería ser suficiente con que una persona expresara su deseo de trabajar para definirla como parada; otros sostendrán que entre el trabajo decente y el desempleo absoluto la distancia es demasiado larga, y que algunos infraocupados deberían asimismo ser redefinidos como parados. Sea como sea no es fácil argumentar a favor de seguir excluyendo a ciertos colectivos del paro estimado. Sin modificar las definiciones oficiales ni su operativización técnica, lo que sí podría hacerse en aquellos países como España donde hay una gran diferencia entre la población ocupada y la que está en edad de trabajar es calcular y publicar varias tasas de paro, como se hace en Estados Unidos desde mediados de los años setenta. Por ejemplo allí, en 2007, mientras la tasa de paro convencional (U-3) era del 4,6%, la U-4 (incluyendo a unos desanimados no definidos como los de la EPA) ascendía al 4,9; y la U-6, que incorpora además a colectivos como algunos subempleados y quienes no pueden trabajar porque tienen niños a su cargo, se situaba en el 8,3% [Haugen, 2008].